IA y procedimiento administrativo

Mano IA tira piezas en efecto domino

Fernando de Pablo Martín.
Director general de la Oficina Digital en el Ayuntamiento de Madrid.

Gestión

No hay día que no desayunemos con todas las oportunidades, también amenazas, que la inteligencia artificial (IA) puede traer a nuestras vidas diarias en todas sus vertientes: personal, laboral, social, estratégica, etc.

Y esto ocurre especialmente también en el funcionamiento de la Administración pública, tanto en la relación de esta con los ciudadanos y empresas como en la propia esfera interna y de comunicación entre distintos niveles administrativos.

En mi opinión, no hay que centrar los retos que nos trae la IA en sus riesgos (sin minusvalorarlos), sino en sus grandes oportunidades. Pienso que la IA va a permitir dar otro salto de calidad en el funcionamiento de la Administración, como en su momento lo dieron la informatización, la relación por internet o la automatización (con la actuación administrativa automatizada en los procedimientos). La IA nos traerá un nuevo modelo de relación hiperautomatizado. Y no debemos alarmarnos: el certificado de empadronamiento se emite de forma automatizada y el impuesto sobre la renta se gestiona fundamentalmente de forma automatizada, y no tenemos preocupación porque comprendemos la algorítmica que hay detrás, aunque apenas intervengan empleados públicos en la mayor parte de los casos. Nos preocupa la gestión rápida, cómoda y eficiente. Y por supuesto segura, porque la confianza es la base de la relación administrativa. Eso mismo debemos pedirle a la IA.

Ya tenemos soluciones de IA en nuestra vida diaria (especialmente en nuestros móviles) sin que tengamos esa sensación de peligro, más allá que la propia gestión de datos y las grandes plataformas han tenido siempre (antes de la incorporación de la IA).

A menudo se habla de la IA como si fuera un bloque monolítico, cuando se forma de distintas técnicas que permiten que los sistemas informáticos proporcionen soluciones, propuestas o decisiones que hasta ahora creíamos que solo podíamos proporcionar las personas. También en los servicios públicos.

Respecto a las diversas tecnologías, lo más evidente son las soluciones que permiten reproducir los sentidos de las personas: tecnologías del lenguaje natural (digitalizar, comprender, traducir y producir lenguaje, clasificar documentos, etc.), gestión de imágenes o vídeos que permiten romper las barreras de lo que la algorítmica clásica permitía (en Madrid, un análisis aéreo de imágenes de la ciudad ofrece enormes posibilidades, por ejemplo). Si pensamos fríamente, lo más obsoleto de nuestra relación con los equipos informáticos se encuentra en teclados y pantallas. No tenemos más que ver la forma en que los jóvenes, y cada vez más los mayores, se relacionan con sus móviles. Estas técnicas pueden y deben emplearse también en las Administraciones (por ejemplo, preguntar y ser respondido con voz).

Es evidente también que permiten diseñar actuaciones fakes, inutilizando un viejo principio de que “mi cara y mi voz serán mis nuevas passwords” y generando riegos con la gestión de la biometría, un campo de especial protección, en mi opinión.

Por supuesto, la IA nos trae la posibilidad de la robótica (drones o robots con autonomía controlada) y de analizar de forma casi inmediata grandes volúmenes de información y extraer consecuencias o generar patrones casi en tiempo real (machine learnig, deep learning), que nos permite utilizar estas técnicas en múltiples procesos, como el diseño de mejores servicios y más personalizados. Asistencia, pero también control, como extraer patrones de fraude tributario o de la Seguridad Social, o mitigar riesgos derivados de comportamientos anómalos en ciberseguridad (la IA también es utilizada por los cibercriminales). Hasta llegar a la IA generativa (con la popularización del ChatGPT y muchas otras herramientas), que llena de posibilidades futuras nuestra forma de trabajo, incrementando la productividad de las organizaciones. Y todas con uso en las Administraciones, no solo en el procedimiento administrativo, sino, por ejemplo, en la gestión de una ciudad como Madrid. Como vemos, múltiples posibilidades que no pretenden sustituir a las personas, sino potenciar sus posibilidades.

En este proceso es evidente que existen riesgos y retos a abordar. Por mencionar algunos: el equilibrio entre proporcionar servicios personalizados y la privacidad, la explicabilidad y trazabilidad de las decisiones administrativas, la transparencia en la utilización de los algoritmos (pensemos en buscadores o comercio electrónico), la suplantación biométrica de las personas, los efectos de la IA en el mercado laboral (traerán nuevos trabajos y modificarán otros, como todas las revoluciones industriales, y las Administraciones tenemos que proteger a las personas), etc. En definitiva, la tecnología permite muchas posibilidades, pero no todo lo que puede hacerse debe ser permitido y para esto está la regulación.

Porque afrontar problemas significa no solo preocuparse sino ocuparse, como está haciendo la UE, especialmente en sus paquetes regulatorios sobre nuevos derechos digitales, datos y ciberseguridad (íntimamente relacionados con la IA), soberanía digital y los específicos sobre IA (artificial intelligence act). Como en su día la regulación sobre la protección de datos de carácter personal (GDPR). Aunque, como indica el lenguaje de Bruselas, “los árbitros no ganan partidos”, por lo que además de la regulación necesitamos acción y proyectos con base europea y no fragmentados en iniciativas parciales nacionales, incluso regionales, para potenciar la industria asociada a la IA.

Como conclusión, siempre garantizando todos los derechos, debemos avanzar para ser más eficientes internamente y proporcionar mejores servicios públicos para ciudadanos y empresas. Y el desarrollo de la IA supone una nueva oportunidad en este camino.