Minerales críticos y tierras raras

Bloque metálico con símbolo Ta y número atómico, representación del tantalio y su importancia en la tecnología.

Javier de la Nava
Profesor de Macroeconomía y Gestión de Riesgos en el Grupo Educativo CEF.- UDIMA

Economía

En el último medio siglo se ha potenciado su explotación industrial y de su control dependerá el liderazgo mundial las próximas décadas. Metales como el aluminio, el cobalto, el cobre, el grafito, el litio, el níquel, el titanio o el wolframio y las denominadas tierras raras son esenciales por sus propiedades electroquímicas, luminiscentes y magnéticas. En estas reside su fuerte demanda de extracción y el desarrollo tecnológico e industrial.

El inestable entorno geopolítico, donde la tensión es directamente proporcional a la dependencia de estos minerales, potencia la alta volatilidad e incremento de precios en los mercados internacionales de materias primas. Países suministradores de materiales críticos serán objeto de futuras disputas, centradas en África y América Latina. Las grandes potencias compiten en el llamado neocolonialismo, que resucita los fantasmas imperialistas vividos en el siglo XIX en una nueva era cada vez más interconectada.

China acapara gran parte del sector. Sus cuantiosas inversiones, junto a una política industrial de mano de obra barata y laxa regulación medioambiental, han permitido a Pekín refinar dos terceras partes del litio, el níquel y el cobalto consumidos en el mundo. La República Democrática del Congo y otros países africanos han recibido ingente apoyo financiero para construir infraestructuras de extracción y procesamiento de aquellos.

Durante el siglo pasado, Estados Unidos fue el principal proveedor de tierras raras, gracias a la mina de Mountain Pass, cerrada en 2002. Una reciente orden ejecutiva del presidente Trump argumenta prioridades de seguridad nacional para agilizar permisos y aumentar la producción interna. Pero, poner en marcha nuevas explotaciones requiere bastantes años, siendo preciso encontrar proveedores externos cuyos suministros palíen la alta dependencia y consoliden stocks estratégicos. En 2024, el país produjo 108.000 millones de dólares (USA) y demandó al exterior 169.000 millones de dólares. La fabricación de redes eléctricas y de aviones de combate depende de estos elementos. Si China no los exportara, la capacidad militar de Estados Unidos y de otros países se debilitaría.

Ambos lados del Atlántico comparten el temor a que “Estados autoritarios como China intenten controlar nuestra economía y sociedad”, recoge el Libro Blanco sobre defensa europea. Ante la fuerte dependencia e implícito alto riesgo, la Unión Europea, además de haber firmado los últimos años acuerdos con países proveedores, ha planteado 47 proyectos estratégicos, siete en suelo español: dos en Andalucía, uno en Castilla-La Mancha, tres en Extremadura y uno en Galicia. Cinco de ellos agrupan capital australiano, canadiense o estadounidense; ¿parte del material extraído podría acabar en estos países? Las normas comunitarias no fijan el destino final de los recursos.

La Ley Europea de Materias Primas Fundamentales ampara: aumentar la extracción, proceso y reciclado, diversificar suministros para asegurar reservas estratégicas y ganar autonomía en sectores de defensa (prioritario), automoción (motores eléctricos y baterías), energías renovables (células e imanes para turbinas eólicas y paneles solares) y tecnología (pantallas y semiconductores). Se intenta diluir efectos negativos derivados de conflictos como el de Ucrania o el Congo, además de cumplir criterios medioambientales, sociales y de gobernanza. Los proyectos estratégicos contarán con subvenciones e incentivos, financiación preferente y tramitación flexible para programas nacionales de explotación, para pasar de los actuales 10 años de media en lograr todos los permisos a menos de 3 para proyectos de extracción y a 15 meses para reciclar o procesar. La Comisión canalizará también fondos privados para dichos fines.

En 2030 se quiere lograr con su procesamiento el 10 % de la demanda interior y el 40 % del consumo, el reciclado aportará otra cuarta parte. Como máximo, en cada fase de la cadena de valor de cada material solo dependerán del exterior dos tercios del consumo anual en la Unión.

Cada Estado miembro tomará las decisiones finales sobre los proyectos.

En España, el marco legal parte de la Ley de Minas de 1973 y el reglamento minero de 1978, ampliados con multitud de disposiciones técnicas sobre seguridad, protección de los recursos hídricos y prevención de impactos medioambientales. La competencia recae en las comunidades autónomas, ayuntamientos y confederaciones hidrográficas, estas dependientes de la Administración central. Los beneficios potenciales de las nuevas explotaciones son apetecibles, pero nadie las quiere tener en la puerta de casa. La tecnología aplicada en minería ha mejorado notablemente, pero el riesgo cero no existe.

Indicios prometedores en estroncio, sepiolita, fluorita, yeso, sales potásicas, bismuto, cobalto, litio, níquel, silicio, tantalio o wolframio convertirían a España en potencia europea y en uno de los principales suministradores mundiales de estos minerales. Su procesamiento añadiría valor económico y evitaría su importación.

En síntesis, el desarrollo de nuevas tecnologías, en especial de la inteligencia artificial, justifica mayor demanda de estas materias primas, cuya extracción y procesamiento no deberían postergar el querer alcanzar una economía más verde, ni modificar paradigmas a la hora de afrontar el cambio climático.

Los recursos naturales son bienes comunes e, intrínsicamente, propiedad de toda la sociedad, a cuyo bienestar deben contribuir.  

Los minerales críticos son esenciales para energías renovables; su acceso define el éxito de la transición energética.