El declive del sector citrícola valenciano
Miguel Ángel Simón Royo
Técnico en auditoría en Asesoría Ramón y Asociados
Cursos de Contabilidad Avanzada y de Tributación y Perfeccionamiento para Controller por el CEF.-
Miembro de la ACEF.- UDIMA
Javier Lluch. 123rf
De acuerdo a la FAO, España es el principal exportador de cítricos en el mundo, destinando más de la mitad de su producción a la exportación. Particularmente, la Comunidad Valenciana es la principal región citrícola dentro del mercado español, tanto por superficie dedicada a este cultivo (aproximadamente 182.000 hectáreas, cerca del 60% del total nacional) como por producción (más de tres millones de toneladas anuales, casi un 60% de la producción nacional).
No obstante, el año que acabamos de dejar atrás no ha sido uno de los mejores para el sector citrícola valenciano; de hecho, en palabras del presidente de la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja), Cristóbal Aguado, 2016 fue “uno de los años agrarios más nefastos de la última década de la Comunidad Valenciana”.
Cientos de toneladas de mandarinas y naranjas se han quedado este año en el árbol y si bien la mayor parte de la culpa la tenemos que achacar a unas condiciones climatológicas adversas, otra batería de razones la encontramos en causas que poco tienen que ver con la fuerte sequía sufrida en los primeros meses de campaña o las lluvias torrenciales acontecidas a finales del año 2016 y principios del actual.
La falta de agua y las altas temperaturas de 2016 ocasionaron que los agricultores valencianos tuviesen que afrontar mayores costes, principalmente energéticos, al tener que extraer el agua desde mayor profundidad, o los aparejados al incremento de la frecuencia del riego, y el mayor número de los tratamientos fitosanitarios por la proliferación e intensidad de plagas. Sobrecostes cifrados por la Asociación Valenciana de Agricultores en 245 millones de euros.
A un verano excesivamente seco, que estaba dejando la fruta con unos calibres bajos que dificultan su venta en el mercado, tenemos que añadir los efectos de un invierno acompañado de tormentas de pedrisco y lluvias torrenciales, con un balance de más de 4.000 hectáreas afectadas y unas pérdidas de cerca de 355 millones de euros para el sector agrícola. A raíz de esos daños, determinadas comarcas de Alicante, Valencia y Castellón solicitaron la declaración de zonas catastróficas. Esto ha repercutido en la recolección de mandarinas de la variedad clemenules y navelinas, así como en parte de las variedades tardías navel, lane late y navelate que presentan síntomas de aguado debido al temporal de viento y fuertes lluvias.
En unos pocos años se han perdido más de 37.000 hectáreas de cítricos
Pérdidas que más allá de la merma de cosecha, añadiríamos otros efectos nefastos como la "asfixia radicular", falta de oxígeno de los árboles por la inundación del campo, que puede provocar su muerte.
Fuera de las razones climatológicas, debemos señalar una serie de condiciones estructurales que afectan al sector y que le restan competitividad, como los problemas derivados de la concentración de la oferta en algunas fases de la campaña, la existencia de variedades que han ido perdiendo interés por parte del consumidor, el cultivo de explotaciones de pequeño tamaño con enormes dificultades para su mecanización, restándoles rentabilidad o la falta de formación de los profesionales agrícolas que dificulta no solo la introducción de nuevas tecnologías sino adquirir las competencias necesarias para llevar las cuentas, el cultivo o la comercialización.
El papel desempeñado por el sector público y entidades supranacionales tampoco ha sido suficiente para paliar las duras condiciones del campo valenciano, aunque la intención era buena. El presidente de la Asociación Valenciana de Agricultores, manifestaba recientemente su pesar porque “los ecologistas radicales hayan tomado el poder y arrinconado a la agricultura convencional, que es mayoritaria y sostenible ambientalmente". En este sentido, criticó que la Generalitat hubiera invertido 80 millones de euros solamente en agricultura ecológica, algo que es, a su juicio, "fruto de una visión estrecha que arrincona al resto de la agricultura sostenible". También lamentó que en normas como el Plan de Acción Territorial de Ordenación y Dinamización de la Huerta de Valencia "sobran hojas de medidas penalizadoras y faltan hojas de medidas incentivadoras”.
Además, los reciente temporales han evidenciado la necesidad de un mayor esfuerzo en inversión en obra hidráulica, principalmente la destinada a solventar el mal estado de cauces y ramblas en algunas zonas de la Comunidad.
Los precios de venta apenas cubren los costes de producción y dificultan el relevo generacional de los profesionales agrarios
La puntilla a los cítricos valencianos la dio Bruselas el pasado mes de septiembre con la decisión del Parlamento Europeo de ampliar el periodo de entrada de naranja sudafricana hasta el 30 de noviembre. Hasta ahora, los cítricos, sobre todo las naranjas de Sudáfrica, solo podían entrar sin aranceles en territorio de la Unión hasta el 15 de septiembre de cada año. Así, la naranja producida durante el invierno africano se comercializaba en el verano europeo, cuando no hay producción autóctona y, por tanto, sin competencia de ambas producciones en el mercado. Pero con esta ampliación se han juntado en el mercado el stock de naranja importada de Sudáfrica y la producida en las comarcas valencianas.
Las consecuencias han sido una sobreoferta al coincidir en el mercado la naranja sudafricana con la navelina valenciana que, junto al cóctel de factores medioambientales, ha tenido su traducción en unos precios menores percibidos por los agricultores, mercancía de menor calibre y menores exportaciones.
Y esto es una realidad incuestionable: echándole un vistazo a la cotización semanal de las variedades clemenules y navelinas, observamos que los precios mínimo y máximo en la lonja de Valencia han experimentado una fuerte caída que, en el caso de la mandarina supera el 20% en las semanas posteriores al temporal de lluvia.
Unos precios de venta que a duras penas llegan a cubrir los precios de coste de producción, dificultan el relevo generacional de los profesionales agrarios lo que ha conllevado que en unos pocos años se hayan perdido más de 37.000 hectáreas de cítricos, se abandonen campos y se cierren almacenes. Por ello, el sector necesita afrontar un cambio estructural en el que se aborden temas como la profesionalización del agricultor, la concentración de terrenos de cultivo, una mejor actuación fitosanitaria para impedir la extensión de plagas provenientes de países sudafricanos o la ampliación de terreno de cultivo de otras variedades más tardías y rentables. El 2016 lo abandonamos con la incertidumbre de la prolongación del veto ruso a los productos agrícolas europeos, el Brexit, las negociaciones del TTIP o la victoria de Donald Trump… acontecimientos cuyos efectos veremos a lo largo de 2017 y que seguro tendrán repercusión en el sector citrícola valenciano.