“El futuro no está escrito, sólo el pueblo puede escribirlo” (Adolfo Suárez)
Juan José Pintado
Profesor de Economía del CEF.- y de la UDIMA
3deman_eu. Pixabay
El año 2017 nos ha dejado, como no podía ser de otra forma, multitud de noticias en todos los ámbitos. Y una sorpresa: los que pensábamos que la Constitución de 1978 había abierto el campo de la libertad, la igualdad y nos había puesto en el camino del progreso tras superar con sufrimiento y esfuerzo la amarga dictadura ¡estábamos muy equivocados…! Si no fuera tan serio, daría risa… Prefiero pensar que quienes hablan con desprecio del régimen del 78 carecen de la formación necesaria para evaluar la situación. O quizás de la madurez. Desde luego, lo que no tienen es razón.
Es evidente que no existe la razón absoluta. Al menos no siempre, porque desde luego en este caso hay una serie de verdades objetivas que lo avalan.
Bien es cierto que, como cualquier democracia, la española precisa de una constante vigilancia y revisión, sobre todo en problemas de tal gravedad como la corrupción y el desempleo, por citar algunos, que motivan la necesidad de profundizar en temas cruciales para lograr la mejora y profundización de las libertades e igualdad de oportunidades.
Pero la realidad, es que comparar el sistema y modo de vida actual en España con el de la época franquista es de una ignorancia supina, o de una notoria “mala intencionalidad”. El final de un régimen dictatorial de tantos años, y la posterior elaboración de la Constitución de 1978, supuso la llegada de los valores democráticos que, lógicamente, han incidido en casi todos los ámbitos de la sociedad de nuestro país.
Analizar esa enorme transformación en tantos aspectos, requiere un espacio y tiempo mayor. De forma que, obviando la libertad de asociación, expresión y manifestación existentes, resaltaré aquellos que, a mi juicio, son más gráficos, en contraste con la España de aquel régimen autoritario.
Respecto a los derechos de la mujer, hasta 1981 las mujeres debían pedir permiso a su marido para poder trabajar, cobrar su salario, ejercer el comercio, abrir cuentas corrientes en bancos, sacar su pasaporte, el carné de conducir... La mujer casada seguía la condición de su marido en cuanto a su nacionalidad y vecindad civil. El marido podía disponer de los bienes comunes sin su consentimiento, con la sola excepción de los inmuebles y establecimientos mercantiles.
Hasta el año 1981 la mujer soltera se equiparaba al menor, y no podía abandonar la casa sin el consentimiento paterno.
Ejemplo de la subordinación de las mujeres, es el hecho de que el adulterio de la mujer constituyera causa legítima de separación para el hombre, en cualquier caso. Sin embargo, en el caso del marido, solamente cuando existiera escándalo público o menosprecio para la mujer.
Respecto a temas políticos o de libertad de expresión: criticar al gobierno, implicaba cárcel, muchas veces tortura y hasta en determinados casos pena de muerte. Es notorio, que, si hoy estuviéramos en aquella dictadura, Twitter y las redes sociales estarían vacías. O sus autores en circunstancias muy diferentes a sus entrevistas en los platós de televisión, las emisoras de radio o incluso en sus “exilios voluntarios”.
La policía podía irrumpir en un domicilio sin orden judicial. El proceso era meramente rutinario. Las leyes dictadas en el ámbito de orden público tenían efecto retroactivo, es decir se podía condenar por alguna circunstancia que era legal en el momento que se realizó.
Pasar una noche con tu pareja en un hotel sin estar casados, era un delito. De la misma forma, abrazarse o besarse en un parque público, podía acarrear una llamada al orden por el correspondiente agente de la autoridad, o incluso ser sancionado con una multa.
No se podía hablar o cantar en público en otra lengua que no fuese el castellano.
Comparar el sistema y modo de vida actual en España con el de la época franquista es de una ignorancia supina, o de una notoria “mala intencionalidad”
El hecho de ser homosexual conllevaba pena de cárcel. Con la ley de vagos y maleantes, si no tenías un domicilio fijo y un empleo te podían enviar a un campo de trabajos forzados.
El hecho de reunirse en la calle, aunque fueran tres o cuatro personas, podía ser sancionado.
En fin, podríamos pasar horas hablando de la brigada político-social...
Por citar otros aspectos cruciales en el contexto social, hay que recordar a la Ley del Divorcio de 1981. Desde ese año, más de 600.000 parejas se han divorciado en España y la ruptura del matrimonio se ha vuelto algo totalmente natural.
En la década de 1980, la mayoría de parejas alegaba ludopatía, alcoholismo, infidelidad o incluso maltrato en el momento de pedir el divorcio. Hoy, casi todas las separaciones se justifican por la “infelicidad” de la pareja.
Por otro lado, hay que añadir la participación y normalización social del colectivo homosexual, con opción al matrimonio desde 2005.
Otro aspecto a destacar, ha sido la Ley de Despenalización parcial del aborto de 1985. La interrupción del embarazo era un delito castigado en el Código Penal sin excepciones hasta 1985. La llamada popularmente como “ley del aborto”, ha establecido unos supuestos en los que, por concurrir determinadas circunstancias, la interrupción no es punible.
España ocupa la novena plaza en el ranking de economías desarrolladas, y en renta per cápita ocupamos una situación media-alta, siendo la sexta economía mundial en inversión exterior. Es indudable que es el fruto del esfuerzo y trabajo de su población, y está íntimamente ligado al llamado, en mi caso “de forma elogiosa”, régimen del 78.
Comparar las situaciones que hemos vivido este año con ocasión de la crisis catalana -si bien algunas han sido desagradables, independientemente de quiénes fueran los responsables- con la represión franquista, hace daño a los oídos de los que hemos vivido esa etapa o incluso de quienes hemos escuchado lo que ocurrió. Bien es cierto que no hay régimen político ni económico perfecto, todos son mejorables y esa ha de ser nuestra meta y la de nuestros políticos. Pero solo se puede aprender y comprender a través de los errores. Y para este fin, el primero de ellos sería desconocer, de forma voluntaria o malévola, nuestro pasado. La lucha de tantos españoles durante los largos años de la dictadura y de los artífices de la casi impecable transición no merece ese olvido.
Propongámonos como propósito de cara al nuevo año buscar, a través de la solidaridad, el respeto y el entendimiento, nuevas vías de solución a los problemas políticos. Reformando lo que haya que reformar. Pero siempre en democracia.
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