Axum, entre la historia y las leyendas
Carlos Díaz Marquina
Socio de Díaz Marquina Abogados
Máster en Tributación y Asesoría Fiscal por el CEF.-
Miembro de la ACEF.- UDIMA
Hubo un tiempo en que Etiopía, uno de los países más pobres del mundo, fue un imperio envidiado por otros reinos prósperos y poderosos. La capital de aquel imperio estaba en la ciudad de Axum.
Abarcaba el norte de Etiopía, Eritrea, el sur de Sudán y, al otro lado del mar Rojo, una parte de la Península Arábiga que incluía el actual Yemen. Llegó a comerciar con Roma, Persia o la India. Estuvo vigente varios siglos y la llegada del Islam marcó su decadencia. Fue el primer estado de África que acuñó moneda.
Encontramos referencias a este imperio en la Odisea y en la Eneida (“Cerca de los confines del Océano, donde se pone el sol, está Etiopía, el país más remoto de la tierra”, libro IV, 480-484) pero las más abundantes las hallamos en la Biblia, especialmente en los libros de los profetas Sofonias (II, 12: “también vosotros etíopes: víctimas de mi espada serán ellos), Ezequiel (29, 10 y 30, 4-9), Daniel (11, 43) o Isaías (43, 3 y 45, 14).
Suele aparecer asociada a Egipto, quizá por el color negro de su piel, que pudiera asociarse con los nubios de Sudán y la dinastía XXV, la de los faraones negros o cushitas. Los judíos no les guardaban una especial simpatía.
La ciudad actual es una tranquila población de unos 50.000 habitantes que, a primera vista, cuesta asociar con la capital histórica, la que legitimaba a los reyes, la esencia del espíritu antiguo del país.
De aquella época de poder y prosperidad quedan algunos símbolos y muchas leyendas que se entrecruzan con la historia, siendo complicado delimitar unas y otra. Quizá el mayor motivo de orgullo sean sus obeliscos, ubicados los principales en el llamado Parque de las Estelas. Uno de ellos alcanza los 33 metros y 500 toneladas en una sola pieza de piedra. Otro, que no se mantiene erguido, fue trasladado como botín de guerra por las tropas invasoras de Mussolini en 1936. Hubo que esperar hasta 2005 para su regreso, creando una gran polémica por el alto coste de la operación. El significado de estos monumentos parece ser conmemorativo.
El segundo lugar de interés es el palacio de la reina de Saba. Por supuesto, reúne historias y leyendas. El Libro Primero de los Reyes, en su capítulo tercero, hace referencia a la visita de la reina de Saba al rey Salomón, quien “llegó a Jerusalén con un gran número de camellos que traían aromas, gran cantidad de oro y piedras preciosas”, y que quedó fascinada por la sabiduría y prosperidad del rey. Se decía que Salomón tuvo nada menos que 700 mujeres con rango de princesas y 300 concubinas. Sin embargo, no pudo resistirse a la reina de Saba, según la narración del Kebre Neguest o Gloria de los Reyes, compuesto en el siglo XIII y que recoge la historia de Etiopía. Salomón se sirvió de una argucia para seducirla. Fruto de esa relación nacería Menelik, cuyo nombre significa hijo de un hombre sabio. Los reyes de Etiopía siempre se consideraron descendientes de la reina de Saba y del rey Salomón. De ellos procedía su legitimidad. Caminar entre los muros del palacio permitirá al viajero rememorar a aquellos soberanos.
La tercera visita esencial nos obliga a retomar el personaje de Menelik y lo escrito en el Kebre Neguest. Al alcanzar la edad de 22 años, su madre lo mandó a Israel para que conociera a su padre. Este lo reconoció inmediatamente por su extraordinario parecido con su padre David. Aunque le ofreció el trono de Israel, Menelik declinó la oferta y le pidió que le ungiera como rey de Etiopía. La comitiva que le acompañaría a su regreso estaba formada por los primogénitos de los sacerdotes y principales del reino. Entre ellos estaba Azarías, hijo del sumo sacerdote Sadoc, que no quería separarse del Arca de la Alianza. Por ello, preparó un engaño y sustituyó la verdadera por una réplica. Cuando partió la caravana, avanzó con inusitada velocidad, hecho interpretado como un gesto divino. Dios se había decantado por los etíopes. El rey Salomón no pudo hacer nada por recuperarla. Desde entonces, los etíopes se consideran el “pueblo elegido”.
Conforme a la tradición etíope, el arca original se encuentra en una capilla de la iglesia de Axum de Santa Maria de Zión. Nadie puede contemplarla, salvo su guardián. Ni siquiera el Abuna o jefe de la iglesia etíope, el presidente de la república o, en su tiempo, el emperador. Ello ha dado origen a varias teorías sobre la veracidad de la historia y la autenticidad del arca.
Las dos iglesias que forman un vistoso conjunto de visita obligada. La más moderna fue construida por el último emperador, Haile Selassie, de trazas bizantinas y decorada con frescos y vidrieras. La antigua ha sido objeto de varias reconstrucciones tras sucesivas destrucciones por los avatares de la historia.
También son interesantes la tumba del rey Armah, en el Parque de las Estelas, el Museo Nacional o el Etnográfico, y una estela que guarda una inscripción trilingüe en sabeo, griego y ge’ez, la antigua lengua de Etiopía. En ella se exaltan las victorias del rey Ezana, quien se convirtiera al cristianismo en el siglo IV transformando al país en una isla cristiana rodeada de países islámicos.
Pero, sin duda, son las historias y las leyendas las que hacen de Axum una ciudad imprescindible.
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