Mujeres directivas

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Mujeres directivas
Foto de Andrey Popov. Dreamstime

“La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos. Las distinciones sociales solo pueden estar fundadas en la utilidad común”. Así rezaba el Artículo I de la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, que data de 1791, recogiendo el espíritu de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Revolución Francesa.

El contenido de ese Artículo puede parecer hoy una aseveración trasnochada -hay que tener en cuenta cuándo se redactó- pero sentó las bases de una lucha que en cierto modo se prolonga hasta hoy.

Muy conocido es el movimiento de las sufragistas de principios del siglo XX de las que a menudo se piensa exclusivamente en su reivindicación del voto femenino, pero que luchaban también por la consecución de derechos semejantes a los de los hombres en aspectos laborales, educativos, profesionales, sexuales, entre otros. Cuesta creer que hace menos de un siglo, en 1931, en el marco de la Segunda República Española y durante uno de los debates de las Cortes Constituyentes, un diputado, catedrático de patología, se oponía a la concesión del sufragio a las mujeres alegando, entre otras cosas, que a la mujer no la domina la reflexión ni el espíritu crítico sino la emoción y los sentimientos… razones biológicas que al parecer la incapacitaban para poseer un mínimo de discernimiento.

En nuestro país las mujeres en puestos directivos han bajado del 24% en 2012 al 21% en 2013

Esta introducción viene a cuenta para plantear los desafíos a los que el universo femenino se ha enfrentado desde entonces. Cómodamente instalados en nuestras sociedades de progreso y logros sociales, tendemos a pensar que ya está todo hecho cuando la realidad a veces refleja fracturas y contradicciones. Y si esto ocurre en los llamados países desarrollados qué no ocurrirá en otros lugares del llamado Tercer Mundo.

Mujeres directivas en España

Está disponible en Internet un recomendable y revelador informe elaborado por Grant Thorton, Women in senior management: setting the stage for growth 2013, en el que se refleja la evolución a nivel global de las mujeres en puestos directivos. En el mismo se señala que entre los años 2004 y 2013 la media del porcentaje de mujeres con responsabilidades de alta dirección ha oscilado entre el 19 y el 24%, si bien entre 2012 y 2013 ha crecido tres puntos. El líder de esta clasificación es China con un 51%.Si nos centramos en nuestro país, las mujeres en puestos directivos han bajado del 24% en 2012 al 21% en 2013.

No parecen cifras muy halagüeñas tanto a nivel global como en particular en nuestro país, máxime cuando la incorporación de la mujer al mundo laboral es un hecho incontestable. El VII Informe del perfil de la mujer trabajadora de la Fundación ADECCO señala que en 2012 la tasa de actividad femenina en España se situó en el 53,39%, frente al 66,93% de los hombres.

En nuestro país el nivel formativo y la capacitación no pueden ser alegados en contra de que más mujeres se incorporen a puestos de mayor responsabilidad empresarial.  La OCDE (Education at glance) reflejaba que en 2012 el 45% de las mujeres españolas entre 25 y 34 años cursaban estudios universitarios, frente al 33% de los hombres en el mismo tramo de edad.

En cambio hay un aspecto que sí que puede ser determinante, y no solo para las mujeres que aspiran a un cargo de alta dirección sino para una gran mayoría de trabajadoras españolas: los horarios laborales y su escasa flexibilidad, así como la escasa correponsabilidad del varón español. Es un  hecho innegable que es la mujer la que dedica más tiempo al cuidado del hogar y los hijos. A ello hay que sumar los recortes en derechos sociales: permisos de maternidad, excedencias, etc. que en porcentajes altísimos son ejercidos por las mujeres. No es descabellado pensar que si las empresas aplicaran una mayor flexibilidad en los horarios y las facilidades que las nuevas tecnologías permiten para que no sea preciso “calentar la silla” durante ocho o más horas en el puesto de trabajo, el camino hacia una mayor igualdad se allanaría. Siempre que el hombre también se acogiera a esas posibilidades, porque de lo contrario el rol de la “mujerprofesional-madre-amadecasa” se potenciaría y perduraría.

Desconocemos cómo funcionaría un mundo en el que las mujeres ocuparan más puestos de responsabilidad

Otro tema controvertido es el de las cuotas. En España el Código de Buen Gobierno se limita a hacer recomendaciones para su aplicación. De hecho, el informe de Grant Thorton antes citado, refiere que el 63% de las empresas españolas cotizadas se opone al establecimiento de cuotas. María José Lázaro, socia de la firma, aboga en dicho estudio más por cambios sociales (horarios de las empresas y enseñanza, conciliación, y la propia política de contratación y promoción de las empresas) que por las cuotas.

Especialistas en la gestión del talento femenino aseguran que a menudo excelentes profesionales ven limitado su acceso a puestos de mayor responsabilidad por su propia inseguridad y porque los hombres, ya plenamente instalados en esos niveles profesionales, poseen una red de contactos y experiencia mayor que el de las mujeres. (Ver a este respecto la entrevista con Pilar Gómez Acebo en este mismo número de la revista).

En un artículo de El País de 16 de junio de 2013, su autora,  Pilar Jericó, se hace eco de un estudio de Jack Zenger, reputado especialista mundial en liderazgo, que tras una encuesta a 7.280 líderes de todo el mundo sobre 16 habilidades (Índice de efectividad) las mujeres estaban mejor valoradas en 15 de ellas. Según dicho investigador las mujeres tienen un índice de efectividad media en el liderazgo del 53% frente al 49% de los hombres.

Hay algo que es evidente: desconocemos cómo funcionaría un mundo en el que las mujeres ocuparan más puestos de responsabilidad a todos los niveles, empresarial, político, social, etc. Buen número de expertos opina que gran parte de la sostenibilidad del crecimiento futuro depende de que ello se produzca. No hay más que ver la serie de crisis cíclicas (la actual, especialmente virulenta) por las que atravesamos en un mundo mayoritariamente de hombres en los centros de poder.

Con esto entramos en terreno resbaladizo, el hecho cultural. Una sociedad es el reflejo de los individuos que la componen. Solo una apertura en la mentalidad de una sociedad dirigida por hombres puede facilitar el cambio a una más igualitaria. Desde el momento en que existen leyes de igualdad existen carencias.