TOTEM, la vuelta del Circo del Sol
Javier de la Nava
Profesor del CEF.-
La gran carpa blanca del Cirque du Soleil ya está instalada, como en ocasiones anteriores, en la Puerta del Ángel (Casa de Campo) de Madrid. Allí, podemos asistir al nuevo espectáculo TOTEM, del cual podremos disfrutar hasta el 14 de enero. En 2010, se estrenó en Montreal, desde entonces casi cinco millones de personas en tres decenas de ciudades del planeta se han entusiasmado con el medio centenar de artistas que se proyectan sobre olas de un mar hecho de luz, donde la vida es una fantasía animada.
Bajo sensaciones de riesgo y risa, el espectador se transporta a un mundo mágico, sorprendente pero acogedor, extraño pero seguro, insólito pero vitalista, donde los límites se difuminan entre lo imaginario y lo real. TOTEM muestra la evolución de la especie humana, un viaje desde su origen anfibio hasta su permanente deseo de volar y conocer nuevos mundos. Los personajes evolucionan y evocan una tortuga gigante, el símbolo del origen para muchas civilizaciones antiguas. El armazón de este gigantesco esqueleto pesa 1.225 kilos y su puente retráctil puede adoptar diversas formas, un sistema de proyecciones a través de cámaras infrarrojas detecta los movimientos de los artistas y produce efectos cinéticos como ondas y reflejos en el agua o de llamas.
Música, colores y plasticidad se suceden en números, originales e inusuales. Comedia, acrobacia, canto o teatro se combinan con la escenografía y el vestuario. Al son del tambor un bailarín amerindio evoca mitos y leyendas que simbolizan el círculo infinito de la vida. Una pareja de patinadores gira y hace piruetas a gran velocidad sobre una diminuta plataforma. Anfibios y peces cobran vida, brincan y dan vueltas, cruzándose de una barra paralela a la otra. Dos hombres compiten entre ellos con las anillas hasta que una mujer les demuestra cómo hacerlo. Ágiles acróbatas vistiendo coloridos trajes de desaparecidas civilizaciones de Sudamérica, brincan de una barra a otra, en una emocionante evocación del deseo humano por escapar de la gravedad terrena. Monociclistas lanzan tazones de metal con los pies y los atrapan en las cabezas, ¡sin utilizar las manos! Entre piruetas y malabares, incluye rituales de los nativos norteamericanos, o un baile entre el hombre de Neanderthal y un ejecutivo con iPhone.
Una amplia red de ojeadores repartidos por todo el planeta reclutan a los artistas del Circo del Sol, que deberán pasar unas exigentes pruebas en el cuartel general de Montreal. Una escultura que representa una gran bota de payaso les da la bienvenida a una ciudadela de 75.000 m2, factoría de creación artística y fantasía. Si son contratados, deben aprender canto, danza y expresión corporal, en línea general con la formación de la compañía. Además, en pocas semanas deben interiorizar un milimetrado papel en un entorno de perfeccionismo total. Algunos no lo superan y con gran frustración lo dejan.
El equipo de instructores es responsable de todo el proceso creativo. Los artistas, muchos de los cuales tras jubilarse continúan como instructores, técnicos o asesores creativos, se esfuerzan por cumplir la primera norma de su fundador: trabajar en equipo. La base de su progresión es confiar en uno mismo y, al mismo tiempo, confiar en los demás. En la pista no compites más que contigo mismo en tu afán de hacerlo hermoso. Esta filosofía está presente desde que junto con otros artistas callejeros, Guy Laliberté (Quebec 1959) creó la compañía en 1984. Los primeros momentos no fueron fáciles, muchos dudaban sobre la viabilidad de este original proyecto, pero décadas después es mundialmente reconocido por su elegante sello y estilo propios.
Las señas de identidad de sus producciones son el vestuario y la música. Música en directo, sin adornos, para desatar el arte en estado puro y levantar el ánimo de los espectadores. ¿Es circo?, ¿Es teatro?, ¿Es danza?, ¿Es música? Es todo eso y mucho más más, es la magia del Circo del Sol.
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